jueves, 25 de noviembre de 2010

Estibaliz Gabilondo y las mujeres perdidas de la guerra

Desde las cuatrocientas butacas que llenar de Alfred Hitchock, a los diez mandamientos de Howard Hawks, nueve de los cuales se resumían en... ¡no aburrir!, pasando por la reflexión de Jean Luc Godard, quien aseguraba que la fotografía es verdad y que el cine es, por lógica, una verdad repetida 24 veces por segundo. El cine, como la vida, tiene mil y un usos. De entre todos ellos Mikel Cuadra, director de Izarren argia ha escogido uno elevado: dar voz a los silencios y alumbrar las tinieblas de una historia perdida en el tiempo. Se resume rápido: en la cárcel de Saturraran los hijos de madres republicanas eran dados en adopción a familias falangistas con la intención de acabar con el comunismo. Tras la atroz historia se esconde, sin embargo, una segunda lectura: el sufrimiento de miles de mujeres en las tinieblas de un tiempo que no ha de volver jamás.

Ayer, con el estreno de la película, un haz de luz de estrellas se abalanzó sobre la oscuridad. Fueron testigos del asombro y la aversión de los primeros espectadores de la película las actrices Bárbara Goenaga, Itziar Lazkano, Amaia Lizarralde, Sara Cozar, Estíbaliz Gabilondo y Amagoia Lauzirika entre otras, Eduardo Barinaga, alma, corazón y vida de la productora Baleuko, Asier Bilbao, Karmelo Vivanco, Josune Lasa, Pablo Bueno, Eva Alfonso y buena parte de cuantos han trabajado a la luz de los candiles para buscar la verdad de aquel tiempo terrible. Vieron al público retorcerse en las butacas; le vieron llorar de rabia y cómo la emoción y la angustia florecían, bien regados.

Antes de que se apagase la luz, un cinematográfico autobús promocional llegó a las escalinatas de los cines Capitol, escenario de la proyección. A su sombra se saludaron, qué se yo, José Antonio Nielfa, La Otxoa, y Kepa Junkera, ambos acompañados por Ismael Izagirre y Miren Goikouria; los ciclistas Roberto Laiseka y David Etxebarria; los jugadores del Athletic, Koikili Lertxundi, Igor Gabilondo y Andoni Iraola, llegados casi al humo de las velas; el presidente de Bizkaia Bilbao Basket, Xabier Jon Davalillo, Gotzon Lobera, Siv Bermeosolo, Julen Barinaga, Jon Uriarte, el legendario José Ángel Iribar, quien se detuvo a saludar a Alberto Galarza, uno de los pioneros del resurgir de las ikastolas, junto con Izaskun Usubiaga y Begoña Arrieta. El rurún de la expectación era creciente...

Ya en la sala sobrecogió el corazón negro de la pantera blanca, la terrible historia de Victoria, los maquiavélicos desmanes de Vallejo Nájera, un psiquiatra al servicio del mal, la angustia de los niños arrancados de los brazos de sus desgarradas madres... Toda la mierda sacada a flote pajareaba sobre las cabezas de los espectadores. Entre ellos se encontraban el presidente del BBB, Iñigo Urkullu, Lucía Arieta, la magistrada Garbiñe Biurrun, el director de DEIA, Iñigo Camino, Jon Goikoetxea, Begoña Gaztañaga, Susana Muro, Mikel Arana, Joseba Azkarraga, Manu Castilla, Isabel Batarrita, Ana Madariaga, Amaia del Campo, acompañada por sus padres, Iñaki del Campo, estremecido con la historia narrada en la película y Ana Berasategi; los hermanos Javier y Julia Madrazo, Iñaki Bilbao, el alcade de Ondarroa, Félix Aranbarri y un sinfín de asistentes con ansias de oír, ver y gritar, después de tantos años de callar.

En los corrillos previos al explosivo estreno se saludaron Iker Estíbaliz, Alex Alejo y Asier Bilbao. Todo era expectación en la línea de salida de la película, antes de que los semáforos diesen la luz verde. Entre los asistentes, Tasio Erkizia miraba sereno, de izquierda a derecha, como si buscase a alguien. Tal vez. A su lado pasó con prisa Garbiñe Insausti, mientras Gontzal Iturriaga se embolsaba el avituallamiento propio de cualquier sesión de cine que se precie. Unos metros más allá, Andoni Arrien, Maritxe Iribarren, Carmen Alday, Pedro Sáenz de la Maza, José Mari Basurko y Andoni Landaluze se abrían paso hacia la sala. Les esperaba el infierno y la conciencia social.

¡Abróchense los cinturones, que esta noche habrá tormenta! parecía decir la sinopsis de una película cruda, descarnada. Creo recordar que fue el cineasta Marco Ferreri quien dijo aquello de que el mejor cine político es no hacer cine, como protesta. Mikel y los suyos lo han hecho, han protestado. Sin embargo, por mucho que el trasfondo recuerde y duela, no parece que la película tenga ese fondo agresivo. Es, quizás, un cine con entrañas. De todo ello pueden dar fe quienes ayer acudieron al preestreno. Entre ellos, Belén Greaves, Juantxo Lazpitz, Nekane Rueda, la diputada de Cultura, Josune Ariztondo, Mikel Aiestaran, Edurne Brouard, mujer comprometida con AEK; el presidente de la Fundación Sabino Arana, Juan Mari Atutxa, Javier de Miguel, Txema Oleaga, Gotzon Lobera, Aitor Mendibelzua y un buen número de gente de sensibilidad y conciencia. Otros muchos, como la campeona de bodyboard, Eunate Agirre, excusaron su ausencia por motivos profesionales. Eduardo Castañeda explicaba que Eunate compite el lunes.

Dolía cada fotograma: era un arañazo al alma y el nacer de una pregunta: ¿cómo pudo ser?, ¿como pudo ser...? Jokin Ortega, Julen Zarate, Natalia Aristondo, Mikel Gómez, Iñigo Oñaederra, la presidenta de Juntas Generales de Bizkaia, Ana Madariaga, Maitena Muruaga, Garbiñe Olaizola, Andoni Mendibelzua; el presidente del EBB, Andoni Ortuzar, Alazne Idigoras, la actriz Loli Astoreka, Jon Andoni Uria, Juan Carlos Salazar, José Luis Aranzabal, Aintzane Rubio, el jefe de prensa de Euskaltel Euskadi, Jesús Aizkorbe, y hombres y mujeres de toda clase y condición se preguntaban lo mismo, con la angustia propia de la lectura visual de unas páginas ocultas de la historia...

Iban y venían los autores de esta película-despertador, desde Gonzalo Berridi a Peio Villalba, pasando por Klara Badiola, Carmen Beinat o Mikel Huércanos entre otros por los pasadizos del cine, mirando con interés las reacciones de los presentes. Fueron muchas y dispares, desde el horror hasta la rabia; de la tristeza al rencor. Todo cabe en una historia así. El cine, tan acostumbrado a contar historias crueles, ofrece el discurso final de Charles Chaplin en El gran dictador para entender episodios semejantes, ese que dice "El camino de la vida puede ser libre y bonito, pero lo hemos perdido. La codicia ha envenenado las almas, ha levantado barreras de odio, nos ha empujado hacia la miseria y las matanzas. (...) Más que máquinas, necesitamos humanidad; más que inteligencia, tener bondad y dulzura. Sin estas cualidades, la vida será violenta, se perderá todo". Escucharlo tras la vista de Izarren argia te hace ver claro. http://estibalizgabilondo.blogspot.com/

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